Literatura

10 hermosos poemas de amor para decirle a esa persona especial

Evidentemente existen muchísimos más poemas que los aquí presentados, y cada cual tendrá su repertorio, pero presentamos aquí una brevísima colección de 10 poemas de amor en lengua española a través de los tiempos.

Hermosos poemas de amor para decirle a esa persona especial
Hermosos poemas de amor para decirle a esa persona especial


Hermosos poemas de amor para decirle a esa persona especial

Garcilaso de la Vega: Soneto V

Valiente soldado que siempre se burló de las delicadezas del amor hasta que cayó en sus redes.

Escrito está en mi alma vuestro gesto
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribistes, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero;
cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir y por vos muero.


Santa Teresa de Jesús: Aquellas palabras

El enamorado de esta santa no era otro que el propio Dios, pero sus palabras trufadas de amor llegan al corazón.

Ya toda me entregué y di
y de tal suerte he trocado,
que es mi amado para mí,
y yo soy para mi amado.

Cuando el dulce cazador
me tiró y dejó rendida,
en los brazos del amor
mi alma quedó caída.

Y cobrando nueva vida
de tal manera he trocado
que es mi amado para mí,
y yo soy para mi amado.

Hirióme con una flecha
enherbolada de amor,
y mi alma quedo hecha
una con su Criador,
ya no quiero otro amor
pues a mi Dios me he entregado,
y mi amado es para mi,
y yo soy para mi amado.




Lope de Vega: Soneto

Quizá el más apasionado buscador del amor de los poetas españoles, aunque no siempre con igual fortuna, nos dejó constancia de este sentimiento en un gran repertorio poético.

No sabe qué es amor quien no te ama,
celestial hermosura, esposo bello,
tu cabeza es de oro, y tu cabello
como el cogollo que la palma enrama.

Tu boca como lirio, que derrama
licor al alba, de marfil tu cuello;
tu mano en torno y en su palma el sello
que el alma por disfraz jacintos llama.

¡Ay Dios!, ¿en qué pensé cuando, dejando
tanta belleza y las mortales viendo,
perdí lo que pudiera estar gozando?

Mas si del tiempo que perdí me ofendo,
tal prisa me daré, que aun hora amando
venza los años que pasé fingiendo.


Francisco de Quevedo: Amor constante más allá de la muerte

No tenemos constancia de que Quevedo tuviera amores apasionados. A pesar de ello sus poemas amorosos cuentan con algunos de los versos más conmovedores que podemos encontrar en la poesía en lengua española.

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;
Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.


Pedro Salinas: Serás, amor…

El propio Salinas dijo: “He tenido siempre un deseo de amor tan vivo, que por eso he sido poeta”. Poco más puede añadirse a eso.

¿Serás, amor
un largo adiós que no se acaba?



Vivir, desde el principio, es separarse.
En el mismo encuentro
con la luz, con los labios,
el corazón percibe la congoja
de tener que estar ciego y sólo un día.

Amor es el retraso milagroso
de su término mismo:
es prolongar el hecho mágico
de que uno y uno sean dos, en contra
de la primer condena de la vida.

Con los besos,
con la pena y el pecho se conquistan,
en afanosas lides, entre gozos
parecidos a juegos,
días, tierras, espacios fabulosos,
a la gran disyunción que está esperando,
hermana de la muerte o muerte misma.

Cada beso perfecto aparta el tiempo,
le echa hacia atrás, ensancha el mundo breve
donde puede besarse todavía.

Ni en el lugar, ni en el hallazgo
tiene el amor su cima:
es en la resistencia a separarse
en donde se le siente,
desnudo altísimo, temblando.

Y la separación no es el momento
cuando brazos, o voces,
se despiden con señas materiales.

Es de antes, de después.
Si se estrechan las manos, si se abraza,
nunca es para apartarse,
es porque el alma ciegamente siente
que la forma posible de estar juntos
es una despedida larga, clara
y que lo más seguro es el adiós.


Pablo Neruda: Canción 20

¿Quién no conoce a este poeta del pueblo, inmensamente famoso por su poesía amorosa? La vigésima canción desesperada más que un poema de amor es un juego de engaños, pero cuajado de unas imágenes tan románticas que es ineludible en este recopilatorio.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.


Miguel Hernández: Canción del esposo soldado

Miguel Hernández siempre abrazó el valor de la poesía como un elemento de la lucha, lo que hace que sus poemas amorosos no se desprendan del todo de cierto sentimiento de tristeza.

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hasta mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.

Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano.
Y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.

Y al fin en un océano de irremediables huesos,
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.


Pablo Milanés: Yolanda

Cuando se dice que la poesía está en crisis en nuestro tiempo es porque no se presta la suficiente atención a los magníficos poemas que muchas veces encierra la música. Buena muestra de ello es el cantautor cubano Pablo Milanés.

Esto no puede ser no más que una canción
quisiera fuera una declaración de amor
romántica sin reparar en formas tales
que ponga freno a lo que siento ahora a raudales
te amo
te amo
eternamente te amo

Si me faltaras no voy a morirme
si he de morir quiero que sea contigo
mi soledad se siente acompañada
por eso a veces se que necesito
tu mano
tu mano
eternamente tu mano

Cuando te vi sabía que era cierto
este temor de hallarme descubierto
tú me desnudas con siete razones
me abres el pecho siempre que me colmas
de amores
de amores
eternamente de amores

Si alguna vez me siento derrotado
renuncio a ver el sol cada mañana
rezando el credo que me has enseñado
miro tu cara y digo en la ventana
Yolanda
Yolanda
eternamente Yolanda
Yolanda
eternamente Yolanda
eternamente Yolanda


10 hermosos poemas de amor para decirle a esa persona especial
Hermosos poemas de amor para decirle a esa persona especial

Jorge Luis Borges: Una despedida

El argentino Borges fue tremendamente conocido por sus cuentos, pero en su vertiente poética también nos dejó algún poema digno de San Valentín.

Tarde que socavó nuestro adiós.

Tarde acerada y deleitosa y monstruosa como un ángel oscuro.

Tarde cuando vivieron nuestros labios en la desnuda intimidad de los besos.

El tiempo inevitable se desbordaba sobre el abrazo inútil.

Prodigábamos pasión juntamente, no para nosotros sino para la soledad ya inmediata.

Nos rechazó la luz; la noche había llegado con urgencia.

Fuimos hasta la verja en esa gravedad de la sombra que ya el lucero alivia.

Como quien vuelve de un perdido prado yo volví de tu abrazo.
como quien vuelve de un país de espadas yo volví de tus lágrimas.

Tarde que dura vívida como un sueño
entre las otras tardes.

Después yo fui alcanzando y rebasando
noches y singladuras.


Luis Cernuda: No decía palabras

No podía faltar este sensual poema amoroso, que exalta el momento de felicidad que proporciona este sentimiento único.

No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.

La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas
hasta abrirse en la piel,
surtidores de sueño
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.

Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.

Aunque sólo sea una esperanza,
porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe.


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